“No tenemos agua ni para tomar”: puesteros de Las Trancas reclaman con urgencia la construcción del acueducto

Más de 80 familias rurales en el sureste sanjuanino viven una emergencia humanitaria. La sequía extrema, la falta de obras y el abandono estatal ponen en riesgo la producción y la vida.

La crisis del agua golpea con fuerza a Las Trancas, una de las zonas más olvidadas del departamento 25 de Mayo, al límite con San Luis. Allí, más de 80 familias puesteras sobreviven sin acceso al recurso más esencial. No hay agua para beber, para los animales ni para mantener una mínima producción ganadera. Y, pese a los reiterados reclamos, la obra del acueducto sigue sin concretarse.

“Antes cavábamos seis metros y salía agua. Hoy, ni a diez con pala encontramos una gota”, relatan con angustia los vecinos. En medio de una sequía histórica, denuncian que el Estado les dio la espalda y que la situación ya no da para más: “No podemos seguir esperando. Nos estamos quedando sin animales, sin comida y sin ganas de vivir”.

Una promesa que nunca se cumple

El 5 de noviembre de 2023, los productores y puesteros, junto a los abogados Javier Alamino y Ariel López, presentaron un pedido formal al gobernador Marcelo Orrego para que se construya el acueducto desde El Encón hasta Las Trancas y se recupere el caudal del río San Juan. La iniciativa surgió luego de que el ministro de Infraestructura, Fernando Perea, dijera que el proyecto estaba “en evaluación”. Desde entonces, el silencio.

Mientras tanto, las represas están secas, los pozos se agotan y las familias dependen de camiones tanque que llegan cada 20 o 30 días con agua apenas suficiente para consumo humano. Para cubrir otras necesidades, deben pagar hasta $100.000 por 10.000 litros en camiones cisterna particulares. Una cifra inalcanzable para quienes no tienen ingresos fijos y dependen exclusivamente de la cría de cabras y ovejas.

Una carta desde el olvido

Esta semana, una vecina de la zona escribió una carta abierta al gobernador, en la que expuso la gravedad de lo que viven:

“Me quedan 180 cabras y ovejas, después de haber vendido muchas por no poder mantenerlas. Mis hijos dejaron la escuela para ayudarme. El agua que compramos es carísima. No llueve nunca. Lo poco que conseguimos es cavando pozos de balde. Necesitamos que hagan el acueducto, ya”.

Su testimonio resume el drama de decenas de familias que, además de la pobreza, enfrentan la desesperanza y el desarraigo. Muchos jóvenes se van del campo. Las casas quedan vacías. La producción desaparece. Y con ella, una forma de vida.

¿Rompen las tormentas?

Otro factor que genera indignación entre los puesteros es la actividad de aviones rompe tormentas, que —según denuncian— disipan las lluvias para proteger cultivos de alto valor como la vid, el pistacho o el olivo. “Vemos los aviones y después, nada. Ni una gota”, relatan. La ausencia total de controles y respuestas refuerza la sensación de abandono.

Un derecho, no un lujo

Los puesteros recuerdan que el acceso al agua es un derecho humano, tal como establece la Ley Nacional N.º 25.688 y el Código de Aguas de San Juan (Leyes N.º 4148 y 190-L), que priorizan el uso humano y animal por sobre cualquier otro. “No pedimos lujo ni nada gratis. Solo agua para vivir y trabajar”, insisten.

Una deuda que urge saldar

En El Encón, a solo 50 kilómetros, existe una perforación que podría abastecerlos. En San Luis, el acueducto provincial pasa a apenas 1.700 metros de Las Trancas. Sin embargo, ninguna gestión ha sido capaz de conectar esa infraestructura con quienes más la necesitan.

El municipio admite no tener los recursos para hacer la obra. Por eso, la solución debe llegar desde el Gobierno provincial, que aún no ha dado señales concretas.

Una cuenta pendiente con los olvidados

Las Trancas es hoy un símbolo del abandono rural en San Juan. Una región que fue polo ganadero y que ahora agoniza por la falta de agua. Lo que está en juego no es solo la producción: es la dignidad y la supervivencia de comunidades enteras.

El acueducto es mucho más que una obra pendiente: es una necesidad urgente y un acto de justicia con quienes, a pesar de todo, siguen resistiendo en la tierra que habitan.

Porque sin agua, no hay futuro.

Op: Juan Llarena

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