Al menos 514 personas murieron, entre ellas 92 civiles, tras seis días dela gran ofensiva de grupos rebeldes en Siria, que consiguieron arrebatar amplias zonas del norte del país a las fuerzas gubernamentales. El presidente sirio, Bashar al Asaddenunció un intento de «redibujar» el mapa de Medio Oriente. El mandatario ruso, Vladimir Putin, y el iraní, Masud Pezeshkian, expresaron durante una conversación telefónica su apoyo «incondicional» al gobierno de al Asad.

«Buscan fragmentar la región»

El gobierno de Siria perdió por primera vez el control total de Alepo desde el inicio de la guerra civil en 2011. La segunda ciudad del país fue arrebatada por una coalición dominada por el grupo islamista Hayat Tahrir al-Cham (HTS) y facciones rebeldes sirias, algunas respaldadas por Turquía. Aviones sirios y rusos bombardearon en respuesta sectores controlados por estos grupos en la provincia de Idlib, en el noroeste.

En una comunicación con su par iraní, Masud Pezeshkian, el presidente sirio declaró que esta «escalada terrorista» busca «fragmentar la región, desmoronar sus Estados y redibujar el mapa» de Medio Oriente «de acuerdo con los intereses y objetivos de Estados Unidos y Occidente». Pezeshkian coincidió en que los intentos de «dañar la unidad» de Siria suponen «un golpe» para la estabilidad de toda la zona.

En Alepo, imágenes de la agencia AFP mostraron a rebeldes armados patrullando las calles en vehículos militares o a pie. Algunos incendiaron una bandera siria o un retrato de al Asad mientras que otros sostuvieron la bandera de la revolución. Aunque la mayoría de las calles lucen vacías, algunos habitantes salieron para celebrar el avance de los combatientes antigubernamentales. Los rebeldes alcanzaron la histórica ciudadela de Alepo y tomaron edificios gubernamentales, cárceles y el aeropuerto internacional de la ciudad.

Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), desde el inicio de la ofensiva el 27 de noviembre, murieron al menos 268 miembros de la alianza opositora liderada por la exfilial de Al Qaeda en Siria, el antiguo Frente al Nusra, y otros grupos armados proturcos aliados. Otros 156 soldados del Ejército de Bashar al Asad y de grupos armados afines también perdieron la vida en estos combates, en los que están interviniendo cada vez con más dureza los aviones de combate de Rusia.

En total, según el Observatorio, los cazas sirios y rusos realizaron un total de 420 bombardeos para frenar la ofensiva de los rebeldes, unos ataques que se concentraron en Alepo y en Idlib. Los rebeldes empezaron a penetrar en la provincia de Hama hace dos días y lograron hacerse con una decena de localidades tras haber tomado dos ciudades estratégicas en el sur de Idlib, que fueron recuperadas por el Ejército sirio en 2020 tras unos violentos combates contra las facciones armadas.

Irán y Rusia condenan «agresión terrorista»

El Departamento de Estado de Estados Unidos llamó este lunes a la comunidad internacional a hacer todo lo posible por impulsar la desescalada de las tensiones en Siria. El portavoz del Departamento de Estado, Matthew Miller, detalló que Washington no se opone a las relaciones diplomáticas entre países, sino a la influencia que países como Irán o Rusia ejercen en todo el país «desde hace más de una década».

La Unión Europea (UE) insistió este lunes en la necesidad de un alto el fuego en la totalidad de Siria e hizo hincapié en que se «respete la ley humanitaria en todas las circunstancias». La Secretaría General de la ONU pidió a las partes en conflicto en Siria que cesen las hostilidades para ofrecer «un futuro político y no más derramamiento de sangre».

En una conversación telefónica, Vladimir Putin y Masud Pezeshkian abordaron «la agresión a gran escala de grupos terroristas y formaciones armadas» que interpretaron como un intento de «socavar la soberanía y la estabilidad política, social y económica del Estado sirio», mientras que pidieron coordinar los esfuerzos diplomáticos entre tres garantes del alto el fuego: Rusia, Irán y Turquía. Por su parte el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, afirmó que su «mayor deseo» es que el pueblo sirio vea cumplidas «sus exigencias legítimas».

Turquía tiene desplegadas desde 2016 tropas en el norte de Siria, donde controla una amplia franja de terreno, pero busca ahora normalizar relaciones con Damasco, cuya exigencia es la retirada de soldados turcos de su territorio y el fin del apoyo de Ankara a grupos opositores. En este contexto el presidente del máximo órgano político de la oposición siria en el exilio (Cnfros), Hadi Al Bahra, aseguró este lunes desde Estambul que la ofensiva rebelde continuará hasta que el gobierno sirio «se siente a negociar».

El miedo de que crezca la violencia

Los violentos episodios de los últimos días en Siria, los primeros de esta magnitud desde 2020, revivieron los temores de un recrudecimiento del conflicto en un país dividido en varias zonas de influencia y con enemigos apoyados por diferentes potencias regionales e internacionales. Tanto Turquía, fronteriza con Siria, como Irán, Rusia y Estados Unidos mantienen una presencia militar en el país, escenario de una guerra civil que estalló tras la violenta represión de las protestas pacíficas en 2011.

El conflicto, que involucró a potencias regionales y mundiales así como a grupos yihadistas, dejó medio millón de muertos y millones de desplazados. La ofensiva relámpago de la semana pasada coincidió con la entrada en vigor de un frágil alto el fuego en el vecino Líbano entre Israel y el movimiento islamista Hezbolá, un aliado de Asad y de Irán que se vio debilitado tras dos meses de una guerra sin cuartel.