La Iglesia de San Juan inició su III Sínodo Arquidiocesano en la misa de Corpus Christi

Monseñor Jorge Lozano presidió la celebración del Cuerpo y la Sangre de Cristo e inauguró un proceso de discernimiento pastoral que invita a toda la comunidad diocesana a caminar unida en escucha, espiritualidad y misión.

Con una multitudinaria misa celebrada el sábado por la tarde, la Iglesia de San Juan de Cuyo dio inicio al III Sínodo Arquidiocesano, en el marco de la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, una de las festividades litúrgicas más significativas para el pueblo católico.

La Eucaristía fue presidida por el Arzobispo de San Juan, Monseñor Jorge Eduardo Lozano, quien explicó que este nuevo camino sinodal no es simplemente una instancia organizativa, sino una respuesta al llamado de Jesús. “No estamos aquí por una simple motivación organizativa, sino porque Jesús nos convoca, nos reúne, nos alimenta y nos envía”, expresó el prelado durante su homilía.

Inspirado en el Evangelio de San Lucas, Lozano subrayó tres acciones del Señor —acoger, predicar y sanar— como ejes del estilo pastoral que debe asumir la Iglesia. Hizo hincapié en la imagen de Jesús compartiendo los panes y los peces, recordando que “en nuestras manos parecen poco, pero en las manos de Jesús se multiplican”.

En este espíritu, se llevó a cabo también el Jubileo Diocesano y el Juramento de los sinodales, quienes asumirán un rol activo en este proceso que tendrá como ejes centrales la escucha, la espiritualidad y la misión.

“El Sínodo es caminar juntos, en comunión, con Jesús en el centro y guiados por el Espíritu Santo”, afirmó el arzobispo, destacando que se trata de una tarea colectiva que compromete a toda la comunidad diocesana: laicos, consagrados, diáconos, sacerdotes y obispos.

Citó además al Siervo de Dios Monseñor José Américo Orzali, quien decía: “Para el amor no hay nada pequeño”, y concluyó recordando que “este Sínodo es la obra de todos. No es un camino de especialistas, sino del pueblo santo de Dios”.

La celebración concluyó con una bendición final y un fuerte llamado a renovar la alegría de ser Iglesia, unida como Peregrinos de Esperanza.

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