La industria vitivinícola cerró un 2024 con números rojos, marcando una nueva caída en las ventas que continúa la tendencia observada en los últimos años. Según las estadísticas del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), las bodegas enviaron al mercado 766 millones de litros de vino, una cifra inferior a los 775 millones de litros despachados en 2023, lo que representa una caída del 1,2%.
Durante diciembre, el descenso fue aún más notorio, con un retroceso del 2,6% en comparación con el mismo mes del año anterior, alcanzando los 58,6 millones de litros comercializados. Esta caída va de la mano con un consumo que ya ha tocado niveles mínimos históricos.
Caída generalizada, pero algunas excepciones
El comportamiento del mercado fue dispar según el tipo de vino. Mientras que los espumantes fueron los más afectados, con una caída del 25% al registrar 27,7 millones de litros, los vinos varietales, por otro lado, mostraron una leve disminución del 0,1%, con 22,7 millones de litros despachados.
Por su parte, el vino genérico logró empatar con los números de 2023, alcanzando los 50,8 millones de litros, lo que permitió mitigar parcialmente la caída en el volumen total de ventas. «La caída no fue tan pronunciada frente a otras bebidas, y los precios tampoco aumentaron tanto como la inflación», señaló Sergio Villanueva, gerente del Fondo Vitivinícola de Mendoza.
El impacto de los espumantes y el cambio de hábitos
Villanueva también explicó que la caída de ventas en los espumantes responde a una tendencia global. «El consumo de espumantes sigue ligado al brindis, y eso ha sido afectado por el malhumor global. En Argentina, aunque se ha trabajado en desestacionalizar el consumo, evidentemente no ha sido suficiente», sostuvo.
Precios y envases: el comportamiento del consumidor
En cuanto a los tipos de envases, la mayoría mostró caídas significativas, con la botella (-6,7%), la damajuana (-22,5%), el bag-in-box (-37,2%) y la lata (-19%) sufriendo descensos importantes. Sin embargo, el tetrabrik, el tradicional envase de cartón multilaminado, fue el único que experimentó un crecimiento en diciembre, con un aumento del 8,4%, alcanzando los 20 millones de litros vendidos.
El tetrabrik es el segundo envase más importante, detrás de la botella, y logró resistir la caída gracias a su precio accesible, lo que lo convierte en una opción popular en tiempos de crisis económica. «Dada la caída del salario en sectores populares, se mantuvo incluso ‘maridado’ con gaseosas de segunda marca», explicó Villanueva.
Alternativas para sostener el consumo
Ante la desaceleración del consumo, la industria vitivinícola está buscando alternativas para adaptarse a los nuevos hábitos de consumo. En este sentido, los vinos livianos o con menos alcohol, e incluso opciones como el vino «sodeado» (con soda), están comenzando a ganar terreno. El vermut clásico también está viviendo un repunte, y como tendencia, se está volviendo a mezclar con soda, lo que ofrece nuevas posibilidades de consumo.
La situación del consumo de vino en Argentina ha sido preocupante en los últimos años, con una disminución constante en el consumo per cápita. En 2023, cada argentino consumió 16,7 litros de vino, lo que representa el nivel más bajo en la historia del país. Sin embargo, esta caída no es tan pronunciada como la de 2022, cuando se redujo un 6,9%, alcanzando los 18 litros por persona.
La esperanza del repunte
Carlos Tizio, titular del INV, confía en que, con la mejora de la situación económica, el consumo de vino podría repuntar en el futuro cercano. «A medida que mejore la situación económica, repuntará el consumo en un mercado donde cada vez la calidad es mayor», señaló, destacando que las exportaciones, particularmente a Brasil, también han tenido un buen desempeño.
Aunque el futuro del consumo de vino en Argentina sigue siendo incierto, la industria busca nuevas formas de adaptarse y recuperar el terreno perdido en un mercado cada vez más competitivo y afectado por las dificultades económicas.
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