Biden condicionó la ofensiva de Israel sobre Irán y propuso un acuerdo con Hezbollah, pero Netanyahu tiene un plan diferente para Medio Oriente

La conversación telefónica que mantuvieron ayer el presidente de los Estados Unidos y el premier israelí exhibió las diferencias respecto a la estrategia para quebrar la influencia regional de Teherán y derrotar a sus organizaciones terroristas que operan en Gaza y El Líbano

(Desde Washington, Estados Unidos) Los cuarenta minutos de comunicación entre Joe Biden y Benjamín Netanyahu exhibieron las diferencias que tienen para resolver la crisis de Medio Oriente. Mientras el Presidente de Estados Unidos propuso acuerdos diplomáticos con Hamas en Gaza y Hezbollah en El Líbano, el primer ministro de Israel ratificó su decisión política de atacar a Irán y destruir a todas sus organizaciones terroristas.

Biden apoya el derecho de Israel a proteger su existencia frente al ataque combinado de Irán, Hezbollah, Hamas, los Hutíes y la Jihad Islámica, pero su propuesta de cese del fuego en Gaza y Líbano por razones humanitarias no es la prioridad en el plan de guerra que actualmente ejecuta Netanyahu.

El premier israelí promueve una campaña bélica que incluye bombardeos en ciudad de Gaza y Beirut, una fuerte ofensiva terrestre en el sur del Líbano y la destrucción de blancos selectivos en Siria y Yemen, en tanto define un profundo ataque al régimen iraní.

La administración demócrata, en cambio, sostiene que Israel debe ser cauto para evitar un incendio geopolítico en todo Medio Oriente. Esta diferencia clave entre Netanyahu y Biden no se saldó durante la llamada que enlazó DC con Jerusalén.

Israel considera que tiene una ventana histórica para exterminar a Hamas en Gaza y a Hezbollah en el Líbano, y mueve su aparato militar en ese sentido. Los consejeros de seguridad nacional de Biden replican que esos movimientos bélicos deben ser informados a Estados Unidos para proteger sus propias instalaciones en la región y colaborar con Jerusalén a través de su aparato de inteligencia y de defensa antiaérea.

“Perdón, que me está diciendo”, le contestó Lloyd Austin, jefe del Pentágono, a Yoav Gallant, ministro de Defensa de Israel, cuando le anunció que había despegado un escuadrón de aviones rumbo al Líbano para asesinar a Hassan Nasrallah, jefe de Hezbollah.

Como Biden y Netanyahu están enfrentados respecto a la estrategia bélica en Medio Oriente, el gobierno israelí tabica a la Casa Blanca información sensible sobre sus movimientos militares en la región.

La administración demócrata está ciega sobre la ofensiva de Israel contra Irán, y no quiere repetir la experiencia que sufrió cuando la Fuerza Aérea israelí lanzó 50 bombas de 1.000 kilos para terminar con Nasrallah.

Israel tiene a las instalaciones petroleras de Irán como probable blanco militar, a partir de su importancia económica para el regimen de los ayatollahs

Netanyahu no adelantó a Biden los objetivos que considera atacar en Irán, aunque conoce las líneas rojas establecidas por el presidente de los Estados Unidos: la Casa Blanca rechazó la destrucción de instalaciones vinculadas al proyecto nuclear y a la producción petrolera.

Biden teme un efecto domino en Medio Oriente y el incremento abrupto de la nafta, a pocas semanas de las elecciones presidenciales. Estados Unidos también trabaja en silencio para que el ataque de Israel a Irán tenga el respaldo implícito de naciones clave del mundo árabe –JordaniaQatar Arabia Saudita-, y eso no ocurrirá si pone en jaque el status quo local y la economía global.

Netanyahu convocó a su gabinete de Seguridad para definir el modo y el cronograma de la ofensiva sobre Irán. El primer ministro no descarta ninguna opción, pero con el correr de las horas se estaría inclinando por ejecutar una combinación de ataques aéreos contra blancos militares y asesinatos selectivos en operaciones encubiertas.

Si Israel se mueve en estos parámetros bélicos, Estados Unidos estaría de acuerdo. Pero se trata de una decisión que asumirá Netanyahu, al margen de la presión política que pueda ejercer el Salón Oval. Hace ya muchas semanas que el premier israelí soslaya las recomendaciones geopolíticas y militares que llegan desde Washington.

Netanyahu juega en soledad y espera el resultado de las elecciones en Estados Unidos, que enfrentan a la vicepresidenta Kamala Harris -ayer participó de la conversación telefónica- y al candidato republicano Donald Trump, para recuperar el diálogo profundo con el Salón Oval.

Las comicios son el 5 de noviembre, muy lejos en el tiempo para el cronograma militar que Netanyahu tiene intenciones de desplegar en Gaza, Líbano e Irán.

Los comentarios están cerrados.