La vitivinicultura sanjuanina asume un cambio de era: el futuro pasa por la reconversión y no por vender más vino

Ante un consumo en caída global, los especialistas, productores y el Estado coinciden en que los años de bonanza no volverán. Apuntan a transformar el perfil productivo, diversificar y mejorar la rentabilidad del sector.

La vitivinicultura sanjuanina atraviesa un punto de inflexión. Con el consumo de vino en su nivel más bajo en más de medio siglo, el diagnóstico es unánime entre los productores, el Estado y los técnicos del INTA: los años dorados de ventas masivas no volverán, y el desafío ya no es vender más, sino reconvertirse para sobrevivir.

El fenómeno no es solo argentino. En países históricamente vitivinícolas como Italia, Australia o Estados Unidos, la baja del consumo global obligó incluso a arrancar millones de viñedos. En San Juan, el impacto se siente con fuerza: los dos últimos años, de producción media, dejaron altos niveles de stock por falta de compradores.

Un consumo que nunca dejó de caer

La curva descendente del consumo interno lleva cinco décadas. De los 91,8 litros anuales per cápita que se bebían en el país en los ‘70, se pasó a apenas 16,3 litros en 2024. El mejor repunte de los últimos años fue en 2020, con 20,8 litros, aún por debajo del promedio de 2010 (24,9 litros).

Con ese panorama, los objetivos de la COVIAR también cambiaron. La estrategia ya no es recuperar los niveles de antaño, sino repensar la cadena vitícola y diversificar la producción hacia alternativas con mayor demanda y rentabilidad.

El diagnóstico del sector

Pablo Martín, presidente de la Mesa Vitícola, resumió la situación:

“El problema no es de producción, sino de mercado. La demanda se achicó, pero las hectáreas no”.

Entre 2008 y 2017 la superficie cultivada cayó solo 12%, mientras que las ventas internas se desplomaron y las exportaciones bajaron 14%.

Desde el Ministerio de Producción y Desarrollo Económico de San Juan, el secretario de Agricultura, Miguel Moreno, señaló que trabajan en un Plan Vitícola Provincial que atienda cada eslabón de la cadena.

“Los productores primarios son los más expuestos, pero el mosto, las pasas y la uva en fresco tienen mejores perspectivas. El objetivo es fortalecer a quienes pueden sostener mercados”, explicó.

El mosto y las nuevas alternativas

En la última vendimia, cerca del 50% de la producción provincial se destinó a mosto, una salida que permite aprovechar las uvas comunes sin comprador.
“San Juan puede transformar su producción en azúcares”, destacó Moreno. Sin embargo, este mercado también tiene limitaciones: la inestabilidad de precios locales, la falta de tecnificación industrial y la escasa previsibilidad en los contratos con los viñateros.

Para el investigador del INTA Maximiliano Battistella, los principales problemas estructurales son cuatro:

  1. Mala gestión hídrica y baja tecnificación.

  2. Alto costo de mano de obra en cosecha.

  3. Mercado imperfecto, con pocos compradores.

  4. Falta de acuerdos a largo plazo, que impide inversiones sostenidas.

Además, advirtió que el mercado funciona como un oligopsonio: pocos compradores, muchos productores atomizados y sin organización, lo que limita el poder de negociación y mantiene bajos los precios.

La mirada hacia adelante

El consenso entre los actores es que el futuro pasa por la organización y la diversificación. Battistella planteó que modelos cooperativos como Fecovita podrían ser una salida: “Permiten tecnificarse, ganar escala y agregar valor”.

Por su parte, Martín consideró que se necesita financiamiento para reorientar la producción:

“Hay que producir un 30% menos para equilibrar el mercado. Necesitamos créditos con tasas subsidiadas y períodos de gracia, porque cambiar de variedad lleva al menos cuatro años”.

Aunque reconoce que muchos productores son reticentes a abandonar la viña por tradición o vocación, advierte que la realidad los acorrala. “Cada año hay menos viñateros y más que pierden la batalla”, concluyó.

Reconversión o resistencia

Entre la nostalgia por los viejos tiempos y la urgencia de adaptarse a un mercado cambiante, la vitivinicultura sanjuanina enfrenta una transformación inevitable.
El desafío ya no está en llenar copas, sino en llenar de sentido y rentabilidad un sector que busca reinventarse sin perder su esencia.

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