Dato sobre las elecciones 2025: el 3,1% del padrón corresponde a adolescentes

Más de 1,1 millones de jóvenes de entre 16 y 17 años están habilitados para votar en las elecciones legislativas del 26 de octubre, según datos de la Cámara Nacional Electoral.

La Cámara Nacional Electoral (CNE) confirmó que 1.153.128 jóvenes de entre 16 y 17 años están habilitados para votar en las elecciones legislativas del próximo 26 de octubre. Este universo de votantes equivale al 3,16% del padrón nacional, que asciende a 36.477.204 personas.

En 2012, con la sanción de la Ley 26.774, conocida como “Ley de Voto Joven”, se habilitó el sufragio optativo para este grupo etario. A diferencia de los mayores de 18 años, quienes no concurran a las urnas no serán sancionados ni incluidos en el Registro de Infractores.

La provincia de Buenos Aires concentra la mayor cantidad, con 442.647 adolescentes habilitados, seguida por la Ciudad de Buenos Aires (56 mil), Córdoba (54 mil), Santa Fe (53 mil) y Mendoza (51 mil). En el otro extremo se ubican Tierra del Fuego (casi 5 mil), La Rioja (5.857) y La Pampa (5.800).

Los datos difundidos corresponden al padrón actualizado al 16 de septiembre. Hasta el 26 de ese mes los electores tuvieron plazo para corregir errores u omisiones.

Una participación en ascenso

Desde la implementación del voto joven, la participación electoral de este sector creció de manera sostenida en elecciones presidenciales. En 2015 votó el 58% de los adolescentes de 16 y 17 años; en 2019 la cifra ascendió al 64%; y en 2023 alcanzó un récord histórico del 68,6%, el porcentaje más alto registrado.

Por distritos, en las elecciones presidenciales de 2023 Buenos Aires (80%) y Santiago del Estero (78,9%) lideraron la participación, mientras que Mendoza (46%) y Tierra del Fuego (46,5%) mostraron los niveles más bajos. También se observaron diferencias de género: las mujeres jóvenes votaron más que los varones (69,7% contra 67,6%).

Si se consideran todas las elecciones desde 2012, tanto presidenciales como legislativas, el promedio de participación juvenil se ubica en 55%. Las legislativas, en general, muestran menor concurrencia: en 2017 fue del 52% y en 2021 cayó al 49%, el punto más bajo desde la implementación de la ley.

Representación y desconfianza

A pesar del aumento en la participación, los estudios reflejan una brecha entre los adolescentes y el sistema político. Una encuesta de Cippec y Unicef de 2023 señaló que el 43% de los jóvenes considera el voto como un derecho fundamental, pero el 53% asegura no sentirse representado por partidos ni candidatos.

La misma investigación reveló que 8 de cada 10 jóvenes expresan tener poca o nula confianza en la dirigencia política, al tiempo que señalan que sus principales preocupaciones —educación, empleo, ambiente, igualdad de género y participación digital— son atendidas solo en épocas de campaña.

Nuevas formas de involucrarse

Aunque la afiliación a partidos tradicionales perdió peso, los adolescentes se involucran en política a través de otras vías: centros de estudiantes, voluntariado, militancia barrial, protestas y, en gran medida, redes sociales.

El 52% de los jóvenes encuestados declaró haber participado en alguna actividad política o comunitaria en el último año. Además, casi la mitad utiliza canales digitales para expresarse, desde compartir información u opinar (20%), hasta contactarse con personas afines (17%) o seguir a dirigentes y candidatos (10%).

“Las redes sociales se convirtieron en un canal privilegiado para que los jóvenes construyan identidad política y amplifiquen sus agendas, muchas veces vinculadas a causas transversales como el ambiente, la igualdad o la diversidad”, explicó María Eugenia Zamarreño, investigadora de Cippec.

Un electorado clave

El 26 de octubre los adolescentes volverán a ser protagonistas. Su participación, aunque no obligatoria, puede ser decisiva en un escenario donde se renovarán 130 bancas en la Cámara de Diputados y un tercio del Senado.

El voto joven, que desde hace más de una década amplió el padrón electoral argentino, se consolida como una herramienta de inclusión y, al mismo tiempo, como un desafío para la política: escuchar, representar e incorporar a las nuevas generaciones.

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