“Acá estamos”: Las Chacras, la comunidad huarpe que resiste al olvido y a la amenaza minera

Enclavada en una quebrada caucetera, esta comunidad ancestral se enfrenta a la presión de los proyectos extractivistas y al abandono del Estado. Reclaman salud, educación, caminos y respeto por su forma de vida.

A 35 kilómetros de Marayes, en el departamento de Caucete, se encuentra Las Chacras, una comunidad huarpe que se resiste a desaparecer. En un rincón aislado del sur de las Sierras Pampeanas, donde el paisaje impone silencio y belleza, unas 60 personas sostienen con esfuerzo su modo de vida ancestral frente a dos amenazas persistentes: el avance de los proyectos mineros y el abandono estructural del Estado.

Con raíces profundas y un territorio de casi 600 hectáreas, Las Chacras logró en 2023 la personería jurídica como comunidad indígena huarpe, luego de años de lucha y organización interna. Pero la visibilidad también trajo nuevos desafíos: la presión extractivista se hizo más evidente, y la falta de servicios básicos quedó expuesta.

“Aquí no queremos minería”, dicen con claridad los vecinos. “No estamos en contra del desarrollo, pero no a costa de nuestra vida, nuestra agua y nuestro entorno”.

El proyecto más ambicioso que los rodea es Santo Domingo, una iniciativa para extraer cobre y oro a solo 10 kilómetros del pueblo. Temen que la explotación de los cerros termine por alterar un ecosistema frágil y sagrado para ellos.


Un pueblo que sostiene su existencia con esfuerzo propio

La comunidad está compuesta en su mayoría por integrantes de una misma familia de raíces huarpe. Viven sin conectividad garantizada, sin sala médica ni presencia regular de profesionales de la salud. Los médicos —relatan— llegan una vez al año, con suerte. En emergencias, ellos mismos deben trasladar a sus enfermos a Marayes, por un camino de tierra que se vuelve intransitable cuando llueve.

“Nos cuidamos con yuyos. Somos un poco médicos todos”, cuenta Adela Andrada, vecina de toda la vida.

La llegada de internet, en tanto, fue posible gracias a una gestión comunitaria con un proveedor privado, que también permitió conectar la escuela local, Rómulo Giuffra, donde más de 30 niños y adolescentes asisten a clases.


Educación que no alcanza, pero se lucha por mejorar

La directora del establecimiento, Ana María Benegas, reclama desde hace años más personal auxiliar —especialmente hombres que puedan realizar tareas físicas como cortar leña o cargar garrafas— y la creación de un ciclo orientado para que los jóvenes no deban abandonar la comunidad si quieren terminar el secundario.

“Son chicos muy inteligentes y sensibles. Se merecen poder estudiar sin tener que irse de su tierra”, dice Benegas.


Una red de defensa en pie

La lucha de Las Chacras no es solitaria. Se articula con organizaciones como la Asamblea Agua Pura para Valle Fértil y con otras comunidades que también rechazan la minería a cielo abierto. Juntas han logrado frenar momentáneamente el avance de proyectos como Santo Domingo, aunque el riesgo sigue latente.


El reclamo: derechos, no caridad

En el centro del mensaje, hay una demanda clara: acceso a derechos básicos, respeto por la identidad y la autodeterminación de los pueblos originarios. Piden caminos transitables, atención sanitaria regular, educación secundaria completa, conectividad y que se garantice la protección del territorio que habitan desde generaciones.

“No queremos que nos borren del mapa. Queremos vivir como elegimos vivir”, expresan.


Un símbolo de dignidad en el sur sanjuanino

Las Chacras no es solo un caserío escondido entre cerros. Es un símbolo vivo de resistencia, cultura y dignidad. Donde no hay semáforos ni redes sociales que dicten tendencia, hay valores como el respeto, la palabra dada y la vida en comunidad.

Desde una quebrada olvidada por los mapas oficiales, una comunidad indígena alza la voz para decir “acá estamos”. Y su presencia, firme y organizada, es una lección para quienes aún creen que el progreso se mide en toneladas de minerales y no en vidas dignas.

Op: Juan Llarena

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