Apagón en España: crónica de una jornada inédita

Una multitud desciende por la avenida principal de Madrid en busca de un autobús, un taxi o para adelantar parte del largo camino para volver a casa en una jornada caótica en España, con el país paralizado por un masivo apagón. Bajo un sol todavía firme, miles de personas realizan el trayecto entre el ruido de los motores y los silbidos del tráfico desorganizado de este lunes inusual.
Sin electricidad desde pasado el mediodía, los trenes del país están paralizados, las paradas de subte fueron cerradas y los viajeros, sin señal ni internet en los celulares, caminan desorientados.
En la céntrica plaza de Cibeles, autos, taxis y buses permanecen en un gran atasco que los peatones tratan de sortear serpenteando. El las paradas de colectivos, los viajeros forman largas filas improvisadas que alcanzan varios centenares de metros, mientras los policías tratan de mantener el orden.
Rosario Pena, una empleada de una firma de comida rápida, comienza a desesperarse tras pasar “una hora y media” para llegar hasta aquí. “Y ahora lo que me falta” hasta volver a casa, lamenta. La mayoría de autobuses, repletos de viajeros, llevan carteles que indican que no admiten más pasajeros.
“Unas dos horas seguro me quedan para volver a casa”, calcula Estefanía Gallardo, una camarera de 33 años que trabaja en un famoso restaurante de la ciudad y que trata de regresar después de haber visto anulada la jornada.
Mientras que algunos caminan a buen ritmo, decididos a llegar antes de la noche, otros prefieren hacer un alto en el camino. Sin heladeras, los restaurantes saben que la comida del día se perderá, así que no faltan quienes improvisan promociones. Un cartel en la calle propone un descanso: ostras y una copa de vino, 5 euros, con pago efectivo.
Segio Arjona instaló un puesto a la entrada de su pastelería Luna y Wandaa para proponer sus tartas de queso al 50 por ciento. La heladería Dolce Fina ofreció productos de forma gratuita y atrajo una larga fila ante el local.
El lunes caótico deja escenas similares en una agitada Barcelona, donde grandes filas rodean las paradas de bus y todo el mundo camina confuso, mirando incrédulo a un celular que no recupera la señal.
Con las paradas de subte y ferrocarril cerradas hasta nuevo aviso, Lucía Romo lleva tres horas esperando a tener noticias de cuándo podrá regresar a su casa, ante las escaleras clausuradas que llevan a la estación subterránea. “Han cerrado y no han dicho nada, como diciendo ‘ahí se quedan'”, explica resignada esta empleada de limpieza.
“Estamos viendo para irnos en taxi, pero los taxis también están colapsados”, asegura y lamenta que todavía no ha logrado comunicarse con su familia. “No hay cobertura”, recuerda.
Unos metros más arriba, en una de las concurridas paradas de autobús, Jordi Poch también busca alternativas. Este informático de 45 años, residente en una localidad al sur de Barcelona, suele usar el tren cuando viaja a la ciudad, pero hoy nada funciona como debería. “No sé muy bien dónde están las paradas y como no hay internet, no puedo informarme”, expone resignado.
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