El flamante eurodiputado español Alvise Pérez irrumpió con fuerza en la escena política europea, consolidándose como una figura que defiende de manera contundente la libertad de expresión y cuestiona los límites que gobiernos e instituciones imponen bajo la excusa de luchar contra la «desinformación«.
Conocido por su trabajo a través de su partido Se Acabó la Fiesta (SALF), Pérez supo captar la demanda del electorado y logró un escaño en el Parlamento Europeo, donde rápidamente comenzó a marcar territorio con discursos en defensa de la libertad.
Pérez es un crítico de las instituciones que buscan controlar la narrativa pública y restringir el acceso a la información independiente. Su reciente alocución en el Parlamento Europeo, transmitida ampliamente a través de sus redes sociales, fue un claro ejemplo de su estilo directo y sin vueltas
En ella, lanzó preguntas que resonaron entre quienes cuestionan las prácticas de censura encubierta, especialmente en la era digital. «¿Qué ocurre con este sistema de vigilancia y censura?¿Si la desinformación viniera en el futuro de la propia Comisión Europea, como ya ocurre hoy día con grandes medios supuestamente oficiales?«, preguntó Pérez, en una crítica al rol que los grandes medios y gobiernos tomaron en la definición de lo que es «información válida o falsa«.
Uno de los puntos más destacados de su intervención fue cuando utilizó ejemplos concretos para ilustrar sus preocupaciones. Haciendo referencia al arresto del fundador de Telegram, dijo: «¿Dónde han detenido al fundador de Telegram por proteger la independencia de su propio negocio, de su propia red social? No ha sido en Rusia, ha sido en Francia«.
Esta comparación sirve para demostrar que las democracias occidentales también son capaces de violar los principios de la libertad en la búsqueda de mantener un control autoritario sobre las redes sociales y la información. Del mismo modo, cuestionó quiénes son realmente los que amenazan la independencia de plataformas como X (anteriormente Twitter), apuntando directamente a la Comisión Europea. De esta manera, Pérez demostró que el verdadero peligro para la libertad de expresión proviene de las propias instituciones europeas.
Una de las críticas más profundas de Pérez se centró en la Ley de Servicios Digitales de la Unión Europea (DSA), la cual es un intento de establecer un control dictatorial sobre «la verdad«. Pérez afirmó que «la DSA pretende decidir qué es real y qué es mentira«, alertando sobre la posibilidad de que se utilice este poder para silenciar voces disidentes.
Su referencia a una «Unión Soviética digital» puede parecer exagerada para algunos, pero refleja la preocupación de muchos sobre la creciente influencia de organismos estatales en la vida cotidiana y la libertad personal.
En su discurso, dejó claro que, en lugar de dejar en manos de los burócratas europeos la decisión de qué información es válida, es esencial «proveer a los europeos de herramientas para distinguir entre falacias y desinformación«. Para él, la solución no pasa por imponer una «verdad oficial«, sino por fomentar un entorno de verificación colaborativa, donde los ciudadanos puedan formar sus propias opiniones a partir de una diversidad de fuentes.
El discurso de Alvise Pérez, marcado por la claridad y la convicción, pone sobre la mesa temas que son ignorados por otros políticos. En un contexto donde las libertades digitales están en peligro, la presencia de voces como la suya es más relevante que nunca.
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